sábado, 26 de julio de 2008

De amor y pepinillos




El amor y los pepinillos son dos cosas muy distintas pero íntimamente relacionadas. Lo quieras o no, ambos te alimentan. "Amor y pepinillos" es "amor y pepinillos."

¿Qué cosa cursi voy a decir yo sobre el amor? Sobre amor ya está todo redicho, es como el cine western, ya no queda casi nada por decir. Y si me atreviera a comentar algo, tendría la credibilidad de un pequeprostiadolescente malcriado...

Sin embargo, a los pepinillos los conozco algo mejor, aunque me pese decirlo. Son rígidos, redondeados, largos, turgentes, rugosos y de fractura crujiente.

Mmmm... ¡Qué ricos los pepinillos!

Su sabor avinagrado te insufla un soplo de vida. Se dilatan las pupilas, las glándulas salivan, se contonea la lengua y disfrutas liberándolos de su crujir. Ese sonido te vuelve carnicero, y asesinas uno tras otro.

Se sabe bien que el vinagre en la boca escuece, por lo que han de morir cuanto antes. Con ellos, no funciona como con el amor. No puedes recrearte con un pepinillo, porque este no es si quiera tu amigo. Los pepinillos quieren morir rápidamente, por lo que nunca te casarás con uno de ellos.  Ni ellos contigo; y mucho menos estos pepinillos modernos que corren de boca en boca hoy día por el mercado.

Todos hemos sido pepinillo alguna vez; los hay de todo tipo. Altos, bajitos, alargados, gruesos, juguetones, verrugosos, curvados, jumbo size, (...) Para todo gusto y apetencia.

Sin embargo, de lejos, todos son irremediablemente iguales. Todos verdes y apestando a vinagre; todos buscando ser devorados. Son perfectos para picar entre horas y además calman toscamente el apetito. Pero no sacian.

Quizá ahí radique su principal diferencia con el amor.




jueves, 24 de julio de 2008

Tocado y hundido

De todos ellos, no sabría con cuál quedarme.
Cada uno es apropiado en un momento de mi vida. Puede que recuerde con mejores ojos a los que encajaban mejor en dicho momento y que tenga recuerdos más turbios de otros que ahora no irían mal.

Son amores, tan distintos y tan geniales todos por ser distintos. 

En número destacan los de discoteca. ¡Pero qué nombre tan feo! "De discoteca" suena a sexo cutre de la movida. "Amores de una noche" suena un poco a golfo, a puta. En resumen son caricias, besos efímeros, casi de emergencia; sí, eso es, son una especie de amores de emergencia, fastlove.

Es curioso, en esas noches que me lanzo a la calle de caza, me pregunto si encontraré al hombre de mi vida en los sitios a los que voy. Tan criticados y tan venerados; según qué busques. 

En cualquier caso la sala Boîte está repleta de príncipes azules de jueves a domingo. Cuidado con algunos, que destiñen. Baratos. 
Pero quien dice Boîte, enumera la lista nocturna madrileña de sobra conocida.

Yo, sin embargo, tratándose de fastlovers, prefiero a los de biblioteca. Por ese estar nervioso que me arde en la cara cuando se cruzan con mi mirada. No pasa ni un minuto y se repite la escena. Es patético, pero ocurre y además es muy dulce. El rojo te invade, sonríes por dentro, dudas absurdamente sobre la situación y estás plenamente seguro de que cualquier persona externa que os viera os daría una colleja por tener tres añitos de edad. Pero es inevitable.

Este tipo de fastlove está terriblemente enraizado con las películas estadounidenses. El cine de serie b en domingos por la tarde, ha hecho mucho daño. Son tan irresistibles los universitarios; con su carrera, sus libros, su horario de estudio y demás soeces que dejo en el tintero...
Evidentemente salen tanto o más de caza nocturna que yo pero el cine nos impide verlo.

Sweety honey(s) esperando que les destapen la mirada. Un manjar intelectual que espero no se deje de cultivar nunca entre los cerebritos universitarios. Yo tengo a unos cuantos marcados con un pilotito verde en mi cabeza. A veces parece hundir la flota en lugar de un aula de estudio.

No hace mucho descubrí a uno. Uno de estos buques militares que se pierden entre los radares y la neblina bibliotecaria... ¡Por lo menos valía cuatro puntos!

A los tres días de miraditas, nos conocimos. 

Disfruté mucho, sí. 

Pero aquello terminó en un "tocado y hundido".