viernes, 29 de agosto de 2008

Inmersión I


Hoy voy a hacer una confesión especial.

La primero de todo es admitir que estoy algo emocionado ante la idea de contarlo. Lo segundo es que soy un caradura, un granuja, un embustero y un bobo romanticón. Puede que esto se lleve en los genes, pero viendo a mi padre me permito el lujo de dudarlo.

No se ni por dónde empezar. Nací en Cartagena; no vayan. Cartagena es una ciudad pequeña o un pueblo grande, según se mire. Es una ciudad pequeña en infraestructuras, con la suficiente oferta sociocultural y educativa para considerarla como tal y haberme permitido crecer en un ambiente donde la creatividad y libertad de expresión no fueran mermadas en gran medida. Es un pueblo grande porque tiene habitantes de mente pequeña. Esto puede o no tener ventajas sobre el haber nacido en una ciudad mayor.

Todo se remonta tres o cuatro años atrás; creo que tenía quince o dieciséis. El inicio de mi perdición fue descubrir lo que realmente me gustaba. La perdición continuaba al ser consciente de que aquello, por ser tan bueno, debía estar prohibido. Los inconvenientes, que la distancia iba más allá de la otra acera. La bendición, comprobar que papá y mamá confiaban en mi más de lo debido.

Es fácil prever lo que ocurrió.

En mi defensa alegaré que toda la culpa la tuvo internet. Pero, seamos francos, internet sólo fue una primera piedra, un primer clavo en el metal de los raíles que me llevarían lejos.

Niño bien, notas excepcionales y expediente impoluto; por no presumir de carita de ángel. Este ha sido siempre mi mejor pasaporte. Nada me ha permitido nunca viajar más lejos.

Recuerdo haber pasado tres años de mi vida sometido a las expectativas que me creaba una pantalla de ordenador. Tres años asomado a una ventana oscura y muy desordenada, donde encontrar una pieza que encajara era como buscar una aguja entre cientos de ellas; un lugar donde cada uno sólo muestra aquello que quiere mostrar.

Internet en ese momento era la bombona de oxígeno más poderosa; la única que me aportaba un poco de aire entre tanta agua salada. Escondido, siempre, y con miedo a que estallara. Nunca voy a olvidar aquel rincón de mi habitación.

En ese momento yo ni si quiera sabía qué era un pepinillo. Era un bobo romanticón en bruto y con todo por aprender (¡no hay situación más peligrosa!).

Dos de estos años los ocuparon inagotables dramas a distancia con algún que otro viaje intermitente a Madrid, avalados ante papá y mamá por la visita a un incierto número de amigos de cursos de idiomas de verano en el extranjero. Además podía quedarme en casa de un familiar que ahora ya sabe por qué regresé a las diez de la mañana del día siguiente al que salí en aquella ocasión. Madrid era mucho Madrid para un niño de dieciséis como yo.

Estos viajes eran el oasis del nómada en el desierto. Pero como buen nómada sólo lo visitaba una vez, tal vez dos, en grandes períodos de tiempo. Esto era lo que daba de sí toda la credibilidad de papá, mamá y cualquier persona de mediana inteligencia ante la que no se quisiera levantar sospecha alguna.

Tiempo adelante ocurrió lo inesperado: el hallazgo certero de una aguja entre agujas; una de punta especial. Fue en ese momento cuando el nómada pasó a asentarse lentamente y a convertirse en asiduo visitante de una pequeña y grandiosa ciudad.

Es aquí donde comienza nuestra historia.


Dibujo. Tarde de autodefinidos y otras cosas en la playa.
La Manga, playa del Pedruchillo. 10-08-08

8 comentarios:

jorge dijo...

eeeee

me declaro tu fan numero uno del blog
jajajaja

me ha encantado
dices sin decir, sugieres y eso siempre está mejor que pasarse con los detalles

llevas madrid mucho más dentro de ti que en tus experiencias

Luis dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Luis dijo...

internet nos ha hecho maricas ehhh adrian.... que lo se yo..
muaaaka

Anónimo dijo...

ejem,... a las 10 de la mañana... sin comentarios.

me gusta tu blog.

Anónimo dijo...

internet nos ayudo a todos... adyasir@.... jeje! y espero q sigas cultivando experiencias para escribir cosas cmo estas!
de lo mejorcito q circula por internet... no me cansare de decirlo;)


un pececillo

WhoCares dijo...

Me encanta como escribes.. y el dibujo de mi casa... te seguire leyendo!! asi q... ejerciemos nuestra inteligencia emocional!! tqtqtq! mua!

Anónimo dijo...

pues yo me sumo a tu lista de fans y aprendices.

Anónimo dijo...

Me llamo Emi y soy de Cordoba...acabo de descubrir Amor y Pepinillos....y me encanta!!! Tienes una manera de escribir muy elocuaz. Mis felicitaciones y....a seguir así!!! :)