
jueves, 10 de septiembre de 2009
viernes, 22 de mayo de 2009
Julius

La otra noche, que es esta misma, caían gotas enormes de agua del cielo. Golpeaban los cristales y bajaban rápidamente hacia el suelo. La recepción de este y de otros muchos colegios estaba cerrada porque el conserje acostumbra a masturbarse entre las dos y las tres de la mañana, cuando piensa que ya apenas hay nadie despierto.
Con suerte ha conseguido cinco minutos de ansiosa tranquilidad, sin la molestia de ningún colegial insomne, y ha ojeado furtivamente escasos segundos de pornografía del canal de pago. Son pocos pero suficientes para no tener que echar mano de recuerdos oxidados y manoseados. Los viernes noche son especiales, la revista de programación anuncia rubias y europeas.
Mientras, espero fuera, bajo la lluvia, a la vez que pienso en el sudor frío que debe estar cayendo por su frente; en el arrebato del subeybaja de su mano, en las venas marcadas de su sien, y en su frente despejada que llega casi a la nuca.
Debe encontrar el alivio de su aburrimiento nocturno y el desahogo de su vida de casado, puede que también se libere de su rutina con algo que no ha dejado de hacer desde los trece o quince años. Es eso: vuelve a tener trece o quince años.
Todo resulta perfecto mientras cierra los ojos y mira fijamente al foco de luz sobre el water del baño del sótano, disfrutando del halo rojo de resplandor que se cuela a través del párpado. Entretanto se deja llevar por su imaginación. Fuera, el ruido del agua golpeando agresivamente el suelo se vuelve ensordecedor.
Es un hombre curioso, tiene mujer, un hijo con cierta deficiencia mental y un canario que trae a veces al trabajo. Se que no es suyo, sino del director, y que lo cuidan mientras está de viaje. Pero me gusta pensar que es suyo y que lo trae de casa. Me parece gracioso tenerle tanto apego a algo que pesa y vive tan poco como para no abandonarlo en casa.
Se sentirá solo piando- debe pensar.
Es un hombre humilde y bueno. De lo más humano que he visto en mucho tiempo.
Dibujo a boli BIC. Juan Francisco Casas
2007
viernes, 8 de mayo de 2009
Reeditar la realidad

Inventar historias y relatarlas como acontecimientos sucedidos es casi tan difícil como imposible. Al menos creo que es terriblemente complicado contarlas como hechos verosímiles y acotados con precisión, de manera que podamos ponerle cara exacta a Caperucita o conocer los detalles concretos del taparrabos de Tarzán.
Elaborar cuentos con cierta imaginación no deja de ser una labor apasionante. Sin embargo siempre encontraré en ellos algo de inverosímil, no por alejarse de lo factible y humanamente posible sino por no proceder de lo complejo, de lo real.
Posiblemente sea de lo real de donde descienden las historias más conocidas, de mayor calidad narrativa y en apariencia inventadas; sustituyendo unos personajes verídicos por otros ficticios y sazonando con fantasía en tanto que lo admita la historia.
En verdad, esto de escribir es bien complejo cuando uno parte de cero. Nada parte de cero. Ni los proyectos. Ni las relaciones. Ni siquiera la vida humana. Siempre hay un material preexistente que sigue a rajatabla un caos ordenado, una serie de leyes de inimaginable comprensión que nos hace ser únicos.
En el vacío interior ocurre lo mismo que en los programas de diseño tridimensional: todos es homogéneo y perfecto; todo está vacío.
Probablemente cuando conociste la otra tarde al chico que te acompaña siempre en clase pisabas de forma distinta el suelo e inhalabas con menor preocupación el aire contaminado de la piaggio negra azabache que acababa de pasar a vuestro lado y atendía al verde del semáforo en el cruce de la Gran Vía con Alcalá.
Ni si quiera notaste cómo la colilla de la chica del peto vaquero te rozaba la camisa, la noche del nueve, mientras le ponías ojitos al camarero de bar de maricas que tiene las cervezas a cero cincuenta. Incluso tu propio nacimiento está ligado a tantos silogismos que resultaría imposible recopilarlos todos, y remota la posibilidad de que se repitieran todos tal y como lo han hecho. La realidad es caprichosa, siempre distinta, rica y particularizada para cada caso; nunca se olvida de nadie.
Por eso es tan útil aprender a manejar la información como un material propositivo y el ser hábiles conociendo nuestros intereses para poder escoger dicha información.
Tratar de acotar la realidad es tan sencillo como describir lo que vemos de una u otra manera. Hacer mensurable y visible aquellas condiciones que nos interesan sobre ciertos hechos; casi como hacer un mapeo con curvas de nivel o una carta solar.
Basta con tomar las herramientas adecuadas para mostrar sólo aquello que queremos que vean los demás.
Fotograma de la película "Hard Candy"
martes, 5 de mayo de 2009
Todo sobre mi padre

Cuando conocí a mi padre ya era demasiado tarde para dar marcha atrás. Era inevitable admitir que era su hijo al igual que era inviable el volver por el camino que había venido; en todo momento me negué a entrar de nuevo en su uretra.
Mi padre es un hombre de vida ejemplar y sanas costumbres; heterosexual y noble; Capricornio.
Inteligente, sin dudarlo, tuvo olfato para abrirse camino donde no parecía haberlo. Pudo huir a tiempo del cortejo de una hembra sagaz, ahora panadera del pueblo donde vivía, y afortunadamente conoció a mi madre. A partir de ese momento no se distinguir en qué punto culmina el olfato de mi padre para dar pie al desarrollado instinto revelador que toda madre, y la mia en concreto, posee.
La vida en un pequeño pueblo nos plantea serias preguntas. Si le damos a un hombre la capacidad de trabajo y el espacio-tiempo necesario para desarrollar su vida con la condición de no hacer más preguntas, ¿qué ocurriría?
Que indudablemente estaríamos hablando de mi padre. Un hombre respetado, sin ambiciones ni inquietudes artísticas. Un hombre a quien le gustaría tomar algo más de azúcar de la que ya toma y poder dormir de un tirón toda la noche sin tener que orinar entre las cinco y las seis de la mañana diariamente.
Juan se levanta día a día en torno a las siete. Café, prensa digital, un pequeño paseo por el jardín de gres porcelánico y arbustivas, y un austero, pero lleno de cariño, saludo matutino a la pequeña maltés que convive con ellos. Más tarde se dispone a marchar al trabajo, siempre acompañado de su mujer, quien le hace esperar cinco minutos más de lo que un humano soportaría. Nada me inquieta tanto como lo que pueda pasar por la cabeza de mi padre, que por sencillo, ha de ser extremadamente complejo.
Ni muy delgado y para nada obeso, Juan posee un punto medio equilibrado como herencia de sus años de entrenamiento en la Marina. Un rango elevado y en excedencia dado el declive del servicio militar del país en el que vivimos.
Juan disfruta del golf algunos fines de semana, aunque no es en absoluto su pasión. Si preguntáramos a alguien que cree conocerle, nos diría: "Los barcos. Los barcos y navegar es su pasión." Sin embargo, no hay nadie tan cercano como quien ha salido por su uretra para negaros esto y aseguraros que su verdadera pasión no son ni por asomo los barcos, ni la travesía en alta mar, sino su mujer.
Hace años me cuestionaba cómo dos personas como mis padres seguían casados. Ahora se que no podía ver más allá de lo que ve un niño de ocho años. Mis padres son una conjunción binomial perfecta. Dos términos opuestos que en suma funcionan como conjunción.
Si mi padre no perdiera la cabeza por su mujer, ya estaría Pacífico adentro con cualquier otra, panadera o no, en un Bavaria 50.
Juan disfruta de la navegación porque le acompaña su mujer. Al igual que treinta años en el mismo oficio le son como unas vacaciones en aguas de Ibiza; porque le acompaña Loli, su mujer.
Por tanto, si buscamos en la RAE, queda definido como "Juan" todo aquel hombre que siendo Capricornio, heterosexual y navegante no es sino en compañía de su mujer.
Loli, en cambio, tiene espíritu de arquitecto. Siempre replanteando y dando un nuevo punto de vista a las cosas, a pesar de ser mujer de claras costumbres y con afán de inmortalidad. Te negará rotundamente que está cansada si ello supone poner en tela de juicio su espíritu jovial, que por supuesto posee.
Al teclear "Loli" en Google aparecerá la referencia de la mujer en quien puso el ojo mi padre tras deshacerse de inoportunas avenencias.
Loli era demasiado joven y Juan lo sabía ,pero ambos decidieron no esperar. Mi madre se convirtió en algún momento en la Osa Mayor que indica el rumbo a todo navegante. Y juntos han levantado, a mi parecer, un imperio. Familia, perros, barco y un maravilloso hogar.
Entre los que conocen bien a mi madre, me encuentro yo. Sería capaz de ponerle voz en off a un capítulo de su vida y hablar por ella en todo momento. Si algo sabe Loli es que su marido le quiere de sobremanera. No se lo dice, ni ella a él, pero forma parte de un código secreto no escrito en mi casa. De no ser así, Loli no se permitiría ciertas excentricidades que sabe que no comparte con su marido.
Al igual que no se reprime si un día tiene que dejar fluir su mal humor, Juan tampoco reprime sus ventosidades en el salón. Y esto para mi es garantía de toda tranquilidad porque nada me hace estar tan seguro de que ambos se quieren.
miércoles, 8 de abril de 2009
Leo en tus ojos verdes que tienes ganas de vivir, que no entiendes de inflaciones ni altos precios, que ves que hay amor en el verde, y que en el verde hay amor. Es sistemático.
Dicen que en las facciones de la cara se configuran los rasgos que predominan en cada uno. Me da igual creerlo o no, pero se que por eso abres los ojos, y dejas que la luz nos llegue con la longitud de la onda verde. Yo se que es por eso por lo que hay personas con la boca muy pequeña, con apenas labios; con los ojos sobrecogidamente cerrados e incluso con unos pabellones auditivos bárbaros.
Se que con mirar una foto de carnet podremos conocer mucho y nada de quien aparece en ella, tan solo por cuestión de tamaños y proporciones, de aperturas y de maneras de proyectar al exterior. Somos una jodida mezcla con patas, una amalgama genética plásticamente modificada con cada día que pasa, con cualquier mínimo pensamiento en que creemos. Será que somos filtros de aires que nos llegan. Será que estamos vivos y que como la vida y la podredumbre, estamos constantemente en movimiento. Será que no hay más vida en la vida que en un cadáver que se descompone.
Será que no es vida eso a lo que llamamos vivir, será que hay energía, sera que hay amor, que la energía es amor, que no hay amor, pero si energía, que hay inflación, será que no se qué significa inflación.
Por eso hay gente con la boca pequeña; gente que enmudece y prefiere escuchar; hay ojos diminutos, porque no quieren ir más allá de si, al exterior. Por eso hay quien tiene orejas que no se pliegan para no perder ni un fragmento de tu voz. Por eso hay frentes doblemente arrugadas, y señoras que, de tanto apretar, convierten sus labios en un haz de pliegues.
Sin embargo tú no tienes la boca pequeña, ni los labios, ni arrugas en la frente y creo recordar tus orejas con un tamaño razonable. Ni siquiera tienes unos ojos sobrecogidamente pequeños.
Los tuyos son grandes. Son verdes y reflejan la luz de la onda verde. Será que lo tuyo es mirar al exterior.
sábado, 14 de marzo de 2009
Inmersión IV

jueves, 26 de febrero de 2009
La noche del nueve...

La noche del nueve se reiniciaba el ritual. Fue como bailar en torno al fuego por primera vez; bajo un manto de estrellas que se configuraban en el techo prefabricado de la estación de metro, al tiempo que miraba al infinito del punto de fuga, escaleras abajo, viendo que subías y reconociéndote por primera vez.
Cuando me encuentro con alguien que he conocido mágicamente antes (internet) siempre actúo de una misma manera, o al menos eso creo. Primero me excito, pero nada de tensiones y fuerzas a compresión bajo mi pantalón, sólo es ánimo emocional, todo inofensivo y bonachón, como el perrito que mueve la cola cuando ve que su amo agita las llaves y coge su correa para ir a pasear. Una dosis de adrenalina muy depurada y directa al sistema nervioso, recibida gratamente por el córtex.
Lo que sucede en las horas siguientes es la más pura obra de teatro en la que ambos jugamos a ser nosotros, y no somos de otra forma que como nosotros mismos pensamos que somos. Porque tu auténtico yo lleva horas borracho de contento y nervioso junto con el otro tú, también tránsfugo; como si se tratara de una preparty en la que la coca, y el LSD son sólo disfrutados por quienes nos observan y saben que el verdadero placer, el no sintético y sí orgánico, vendrá después.
Son horas de trabajo agotador, que de forma sutil se inician en el desligamiento del yo, como una curva asintótica que viene desde el menos infinito, casi ligada pero nunca unida a este, y se convierte ahora en una curva completamente alejada del eje instintivo al que determinamos en primera persona.
Como dije, casi siempre ocurre de la misma forma. Alcanzamos un máximo absoluto que se materializa en alguna que otra carcajada furtiva y seguro que forzada por parte de ambos, y en otros relativos, que quedan en miradas y sonrisas patéticamente cómplices. Poco a poco el organismo vuelve a tender al límite asintótico de su estado normal, momento en que dejamos de estar definidos para todo intervalo que no se encuentre entre las sabanas y tu cuerpo.
Y aquí nos reconocemos. Un beso no es un beso, es un "hola, este soy yo, esto soy yo, y estoy aquí. Te beso porque yo beso así y quiero hacértelo saber". Por eso siempre besamos sin lengua antes, porque las presentaciones se hacen por partes; hay una jerarquía. Al igual que no presentarías a tu familia empezando por tu primito recién nacido o por el menor de los nietos, sino por los cabezas de familia. Los labios, van primero.
Sin embargo besar con lengua no es ya una presentación, es una osadía, es algo así como un "esto que notas es mi lengua. Y sí, está mojada y me atrevo a introducirla en tu boca porque quiero tocar también la tuya. Atrévete" De alguna forma es el inicio de toda perdición, es una desnudez a la que se llegará de forma paulatina, y arriesgando siempre por parte de uno y otro. Las manos, son los ojos, y palpar es un pestañeo. Las caricias, son vistazos generales y los masajes, una lectura profunda.
De alguna forma siempre habrá condiciones que estén asociadas al material del que estamos hechos; que son inherentes al cuerpo, a su forma y su geografía. Además llevamos de serie un código socioestructural que ha permeado nuestra mente durante años. La tuya, la mía y la de todos. Igual que asociamos formas con tamaños y usos, desciframos de la fisionomía humana, qué pasará entre nosotros esta noche. SIn duda esto no son más que elucubraciones basadas en estereotipos que nada o todo tendrán que ver con lo que encontremos auténticamente después.
Así, que el chaval esté tremendo, no significará que solo quiere un polvo hasta el momento en que te diga "ha sido un placer, ya repetiremos" al tiempo en que tú aun te estas vistiendo y el ya ha salido del todo por la puerta y anda ya casi perdido en el punto impropio del pasillo. Para ese momento miras atrás, compruebas que ni siquiera tienes su teléfono y te quedas anclado al estereotipo del que hablábamos. Estás cansado y sonríes. Sabes que no te podía pasar nada mejor, porque al fin y al cabo, lo esperabas.
jueves, 5 de febrero de 2009
Sarna

sábado, 17 de enero de 2009
Distantes y fugaces
